Hokusai : El Fuji desde la colina Goten-yama en Shinagawa en la Tokaido

Cuando reflexionamos sobre Japón, inevitablemente emergen imágenes de sus imponentes templos, su apasionante historia y, claro está, su expresión artística. Dentro del vasto arte japonés, las obras del ukiyo-e, un estilo de grabado, ocupan un lugar destacado. Una pieza brilla con luz propia: "El Fuji desde la colina Goten-yama en Shinagawa en la Tokaido". Este grabado es singular, pues en él convergen las emblemáticas figuras del monte Fuji y la flor de cerezo, íconos indiscutibles de la naturaleza nipona.

El ukiyo-e es un grabado en madera que alcanzó su apogeo en Japón durante el período Edo. Esta obra, en especial, retrata el "hanami", la tradicional contemplación de las flores, con énfasis en los cerezos en su pleno esplendor. Este rito es emblemático de la primavera japonesa y se ha erigido en una celebración casi sacra para sus habitantes.


El hanami tiene sus raíces en la corte del antiguo período Heian, donde los nobles componían poesía bajo el delicado manto de los cerezos. Esta costumbre permeó entre el pueblo, que celebraba festines bajo estos árboles, anhelando una cosecha próspera. Pero es en el período Edo cuando el hanami se consagra como un acontecimiento social y lúdico al alcance de todos.

La colina Goten-yama en Shinagawa es el escenario escogido para el grabado. En su época, brindaba un paisaje panorámico de la bahía de Tokio. Tras la iniciativa del octavo shogun, Tokugawa Yoshimune, de plantar cerezos en esta colina en el siglo XVIII, Goten-yama se convirtió en el enclave predilecto para la recreación popular y fue inmortalizada en incontables grabados ukiyo-e.

La escena desborda vida: multitudes celebrando, danzando con abanicos, padres cargando a sus niños adormecidos, todo enmarcado por el rosado etéreo de los cerezos. La dicha se percibe en cada gesto, y casi se podría jurar que, si prestas atención, oirías risas y melodías. Pero el auténtico protagonista es el monte Fuji, erguido y majestuoso, aún vestido de nieve, presenciando la fugaz belleza primaveral.

A pesar de ello, el paso del tiempo ha transformado el paisaje. La colina fue modificada al final del período Edo para erigir una fortaleza, y hoy, edificaciones modernas eclipsan la majestuosidad del monte Fuji.

"El Fuji desde la colina Goten-yama en Shinagawa en la Tokaido" trasciende la maestría del ukiyo-e. Es un eco de la profunda conexión del pueblo japonés con la naturaleza y las tradiciones, y un reflejo de cómo ambas se entrecruzan en el vasto tapiz de su historia y cultura.